Después de un parón por exámenes y otras cosas que me mantuvieron ocupado por fin me pude escapar a la montaña.
En plena ola siberiana de frío, dando resultado en todo el Pirineo con temperaturas gélidas, pusimos rumbo a Mijanès-Donezan, una pequeña estación en el departamento del Ariège, a los pies del famoso puerto de Pailheres. Ya llevaba muchos años queriendo visitar esta pequeña estación, y se presentaban las condiciones idóneas, ya que sus cotas bajas y el estar situada en medio del bosque nos daba muchas opciones de encontrar powder aunque hacía ya días que no nevaba.
Después de un viaje más largo de lo esperado, llegamos a la pequeña estación, que nos recibe con una temperatura de alrededor de -10grados en su cota baja. El sol brilla con fuerza, pero el viento también sopla, así que la sensación térmica es muy acusada.
Rápidamente cogemos uno de los arrastres de la estación y comprobamos que la calidad de la nieves es perfecta, tanto en pistas como en los márgenes de la pista. Sin duda que las temperaturas gélidas más típicas de otras latitudes hacen que la nieve se mantenga en el mejor estado.
Un par de rondas de calentamiento necesarias, y ya buscamos la opción de meternos en el bosque. La verdad es que es más espeso de lo que yo me esperaba, pero aún así encontramos alguna zona interesante hacia la parte este de la estación, donde parece que se abre más.
Después de unas cuantas bajadas, cogemos el material y nos plantamos en la cota máxima de la estación. Ponemos pieles de foca y foqueamos en dirección al cercano Pic de Canrusc.
Desde aquí, a nuestra espalda vemos el famoso puerto de Pailheres, y como detrás de él los Pirineos pierden altura muy rápidamente hasta llegar a la gran planície francesa. Me encanta el Ariège por esto, estás en un entorno totalmente pirenaico, pero no muy lejos en línea recta ves como el Pirineo desaparece para dar paso al plano territorio francés.
Caminamos con primaloft, chaqueta y máscara puesta sin apenas sudar. El frío se nota y la ropa no nos sobra demasiado la verdad. Después de apreciar la belleza de formaciones de nieve modeladas por el viento como si de olas de agua se trataran, llegamos a la cima.
Delante nos aparece un paisaje muy alpino, montañas por todos lados, desconocidas para mi. Esta zona es una gran desconocida del Pirineo para mí sin duda, pero que poco a poco voy conociendo más al detalle.
Comemos algo, visualizamos bajadas muy interesantes que quedan anotadas para posteriores visitas, y decidimos volver al dominio de la estación evitando una pala que nos llama mucho, pero que desestimamos ya que el riesgo de aludes es alto, y nos da un poco de mala espina. En cambio, hacemos una bajada muy disfrutona por la zona de sotavento y el bosque adyacente encontrando mucha acumulación de nieve polvo.
Volvemos a hacer un par de pistas, hasta que decidimos volver a caminar el mismo camino, pero quedándonos en la pala que antes habíamos visualizado. Tiene pinta un poco peligrosa, pero después de realizar un pequeño test de estabilidad, y de seguir el protocolo de seguridad, nos decidimos a tirarnos. La nieve está muy cambiante, pero estable, y podemos disfrutar de algún tramo de buena nieve. Después de ésto, pisteamos un par de veces más y nos retiramos que el cansancio y el frío ya puede con nosotros.
Volvemos al coche dirección Cerdanya, donde paramos a comer una de las mejores pizzas de toda mi vida en Le Chalet des Pizzes, en Saillagouse, extremadamente recomendable!
Más tarde hacia Puigcerdà donde hemos quedado con Javi, Laura, Berta, Carlos, Puigja y Ana, donde finalmente y después de mucho buscar, Javi nos ofrece muy amablemente su casa para poder descansar y entrar en calor. La lástima es que las tuberías se habían congelado debido al frío persistente de los últimos días, y nos vemos sin agua corriente.
El cansancio nos hace caer pronto, y al día siguiente nos levantamos, y éste es el aspecto que presentaba la Cerdanya.
Es un panorama desolador en la vertiente sur del Pirineo en general. Pràcticamente no ha nevado en absoluto, que además de ser un problema para los aficionados a los deportes de invierno, es un enorme problema ya que las reservas hídricas están bajo mínimos. Este año tendremos, otra vez, problemas de sequía muy seguramente.
Ponemos rumbo a la estación de ski de Formigueres, donde pasamos un muy buen día aprovechando todos los rincones que nos ofrece esta pequeña estación, buscando y rebuscando dentro del bosque, encontrando nieve de calidad, hasta que nos retiramos de vuelta a la gran ciudad.
El fin de semana siguiente volvemos a la carga. Ha nevado un par de días durante la semana, otra vez en cara norte, pero las temperaturas han subido mucho, demasiado diría yo. Además, los franceses tienen su semana blanca, así que no tengo muchas esperanzas en encontrar nieve de calidad.
Después de una gran caravana de subida a la Cerdanya el viernes, llegamos a Llívia donde Puigja nos ofrece con toda amabilidad su casa, gracias!
Decidimos subir a Formigueres otra vez ya que era de las pocas que se podrían haber salvado ligeramente de la subida de temperaturas bastante brusca, ya que el viernes estuvo cubierta por las nubes hasta mediodía. Encontramos buena nieve dentro del bosque, y transformada en cotas bajas, en un día muy caluroso. Parece mentira que sólo 6 días antes estuvieramos en el mismo lugar y las temperaturas tuvieran al menos 15 grados de diferencia.
Formigueres es una pequeña gran estación, se ha convertido en una de mis preferidas!
Después de varias horas de diversión, y un par de sucesos impredecibles, pusimos rumbo otra vez hacia la Cerdanya.
Vistas sobre el macizo de Cambredaze (derecha) con su estación de esquí, el valle de Carançà, y demás valles y cimas en la cara norte del Pirineo más oriental.
Y ya dejando atrás la zona del Capcir y de lleno en la Cerdanya, con la notable falta de nieve, en dirección oeste, con el sol totalmente en frente.
Después de un buen descanso, el domingo madrugamos y nos dividimos. Antonio, Heather y yo pusimos rumbo hacia Andorra para hacer un poco de montaña, mientras que los demás eligieron una opción más freestyler yendo a Font Romeu. Mientras subíamos el Col de Puymorens no lo veia muy claro, ya que había una pequeña entrada de norte, y veíamos la nube demasiado enganchada a la montaña. Llegamos al parking justo antes de la frontera con Andorra y allí nos encontramos con Fran y Arnau. Parece que el día va a aguantar, las previsiones son que el grueso del frente entre hacia el mediodía, así que confiamos en que nos respete.
El objetivo escogido es el Pic de Pedrons, un pico fácil, perfecto para mi bajo estado de forma, y relativamente seguro en tema de aludes, que estaba un poco delicado.
Preparamos todo el material y nos ponemos en marcha por las suaves pendientes del pico, a caballo entre Francia y Andorra.
Una vista atrás desde las suaves pendientes del pico, hacia el valle del Ariège, con la Coma d'en Garcia a la derecha.
Y finalmente acaba de despejar y emerge entre las nubes nuestro objetivo.
Seguimos remontando sus pendientes, acusando la falta de forma, hasta que llegamos a una zona donde podemos ver el Pas de la Casa a mano derecha. Parece mentira cómo puede cambiar tanto el panorama en un par de kilómetros. A un lado la tranquilidad y la solitud de la alta montaña, y al otro, el bullicio, la polución, el ruido y el stress de ésta localidad andorrana, a la que no tengo demasiado aprecio.
Cara oeste del Pic de la Mina descubierto de nubes, aunque con la zona de Porté más cubierta.
Después de algún apuro más de la cuenta, llego a la antecima donde me esperan los demás. Decido no subir ya que vamos justos de tiempo y se nos viene el mal tiempo encima, y prefiero disfrutar de la bajada con buena visibilidad.
Cima del Pedrons.
Comemos algo, quitamos pieles de foca, montamos el splitboard y para abajo a disfrutar de la bajada. Intentamos buscar las zonas menos expuestas al viento donde encontramos grandes acumulaciones de nieve, pero nos acabamos comiendo algunos trozos de nieve dura que hace que nuestras piernas se cansen aún más, aunque cuando encontramos las zonas con más grosor es una delicia.
A media bajada decidimos tirarnos por una pala que parece que tiene buena nieve hacia el valle que hay entre el Pedrons y la Mina. El grosor es más que aceptable y de buena calidad, todos disfrutamos como enanos en esta último tramo de la bajada, disfrutando cada giro y rallando la pala en su totalidad.
Después de la bajada de esta pala acabamos todos con la sonrisa en la cara, y sólo queda disfrutar del tramo final, con menos pendiente, pero aún suficiente para poder surfear con tranquilidad y disfrutar de la nieve, que se va volviendo más húmeda a medida que vamos llegando a nuestro destino.
Llegamos abajo justo a tiempo, tan pronto como llegamos al coche se pone a nevar con fuerza, así que todo ha salido redondo!
Y ahora, con la ola de calor más típica de primavera que de febrero que estamos teniendo, seguiremos esperando para conseguir algo de buena nieve.